Godoy Cruz ganó 4-2 ante Racing por la octava fecha de la Copa de la Liga Profesional en el Cilindro de Avellaneda. El cuadro local no conocía la derrota desde hacía ocho partidos.
La metodología que intentaron plasmar ambos equipos prometía un encuentro donde, quien aprovechara mejor los espacios, tendría mayores posibilidades de conseguir acercarse a los tres puntos. En el cierre futbolero de este domingo, la pulseada la ganó Godoy Cruz.
En dicho enfrentamiento, Sebastián Méndez logró potenciar aquellas virtudes que el conjunto tombino, por momentos, ejecutó en cancha ante Talleres. La presión alta en la salida rival y los pasajes -en ataque y cobertura-, del tándem Cartagena-Abrego, se repitieron nuevamente. De todas formas, esta vez, la diferencia estuvo en que al nueve, Cristian Colman, las pelotas le llegaron; y respondió: doblete y debut en el registro de goles.
Durante el primer tiempo, el Expreso asumió el protagonismo y aprovechó los cortocircuitos de la Academia, que no pudo hacer pie. Con la conducción de Matías Ramírez y Martín Ojeda, quienes tuvieron una noche notable, el Tomba pudo asociarse y ganó claridad en ataque.
Con el resultado en contra y ante la necesidad de dejar una buena imagen en cancha propia, los dirigidos por Juan Antonio Pizzi vulneraron la valla de Juan Espínola en el complemento. Aun así, los gritos ajenos tuvieron origen en errores externos a la voluntad del arquero paraguayo, que con reiterados guantazos fue partícipe fundamental de la victoria.
El conjunto mendocino mereció llevarse el resultado a favor. La eficiencia colectiva y los méritos individuales, como el de Tomás Badaloni en el tercero, culminaron con una noche positiva. Pese a la crónica –que continuamente se repite- de una defensa errática, que, probablemente, constituya el principal fastidio de Gallego Méndez, el análisis deja un panorama alentador.
El trabajo de la dirección técnica -pese a tropezones y duras derrotas- a la hora de transmitir el ideario que se pretende llevar a la práctica, permite, después de un largo tiempo, observar a un equipo con un sólido soporte conceptual y, en ocasiones, con la personalidad que al Bodeguero tanto esfuerzo le costó construir.