Tristeza, bronca, impotencia, desconsuelo, desolación, dolor. Todo eso fue lo que sentimos los hinchas bodegueros cuando Montagna remató al arco para marcar el 2 a 0 definitivo. Y qué decir del momento en que Ardente le sacó una pelota increíble a Zuqui y le ahogó el grito a todo los tombinos.
Pero también sentimos orgullo por estos muchachos que dejaron la vida en cada uno de los partidos. Que hoy jugaron con todo en contra, y con un jugador menos estuvieron al borde del empate y de la hazaña. Que jugaron como hinchas y se retiraron de la cancha con lágrimas en los ojos al no poder conseguir ese objetivo que tanto anhelaban.
No se les puede reprochar absolutamente nada. Llegaron hasta acá por puro mérito propio y se van con la frente en alto. Era el deseo de todos y era la gran oportunidad que tenía este equipo humilde del interior en poder gritar campeón. Seguramente quedará esa espina clavada por mucho tiempo de sentir que se pudo, pero por un gol no se dio.
Un equipo que fue al Monumental y le ganó a River, que bajó a Colón que llegaba invicto, que le ganó a Banfield en el Solá, que se lo dio vuelta a Patronato con uno menos, que le ganó a Olimpo después de casi seis años sin poder derrotarlo, que fue al Amalfitani y le metió cuatro a Vélez, que perdió con San Lorenzo por un gol en offside, que ganó el clásico en Mendoza, que derrotó a Arsenal, que por primera vez en la historia ganó en la cancha de Quilmes, que le ganaron a un siempre complicado Belgrano.
Por todo eso este equipo más que ninguno merecía poder alcanzar la gloria por primera vez, pero por esas cosas que tiene la vida no se dio.
Ahora queda el premio consuelo pero no por eso deja de ser irrelevante. Godoy Cruz deberá ganarle a Estudiantes el fin de semana que viene para asegurar una plaza en la próxima Copa Libertadores. Copa que no puede jugar desde el 2012. Si pierde, tendrá que esperar que ningún equipo argentino levante la Copa Sudamericana y así, jugará un repechaje para poder ingresar.